Jean Echenoz
Capricho de la reina
MARDULCE editora (Argentina)
Páginas: 104
Formato: 130 mm x 180 mm
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789873731099
El francés Jean Echenoz (nacido en Orange en 1947) parece partir de la disyuntiva entre narrar y describir en que Lukács, hace casi un siglo, situó a la literatura, para luego, con su escritura, dejarla atrás.
Tal vez sea por eso que sus temas preferidos son aquellos en que descripción y narración se entremezclan: las vidas humanas, la historia. De las catorce novelas que publicó hasta ahora, algunas de las más conocidas, a medio camino entre la novela y la biografía, se centran en la vida de personajes más o menos famosos: el músico Ravel, en la novela que lleva su nombre, el atleta Emil Zátopek, en Correr y el ingeniero Nikola Tesla en, Relámpagos. Pero también, Echenoz ha dedicado novelas a acontecimientos históricos. En el caso de 14, la última novela que llegó a la Argentina, se trata de la Primera Guerra Mundial, contada desde la inmensidad de su dimensión humana.
Y también puede pensarse que su huida de la disyuntiva entre narrar y describir -que de una manera u otra atraviesa gran parte de la literatura de los siglos XIX y parte del XX- se relaciona con el hecho de que su estilo a menudo haya sido comparado con el cine -lenguaje al cual, además, fueron traducidas sin demasiada dificultad algunas de sus novelas-: sus narraciones no prescinden de la mirada. Es más, la narración, en Echenoz, no es otra cosa que una mirada en movimiento.
La editorial Mar Dulce acaba de publicar Capricho de la reina, primer libro de relatos de Echenoz, con excelente traducción de Damián Tabarovsky. En estas historias también confluyen narración y descripción pero, además, muchas de ellas constituyen reflexiones sobre las limitaciones y los alcances de esa confluencia. Con una desazón parecida a la que aquejaba al Borges de "El aleph" respecto de la imposibilidad de poner por escrito -es decir, en una sucesión- la percepción simultánea del aleph, el narrador del relato que da título a este libro, se enfrenta a la imposibilidad de transcribir la visión de un campo. Comienza diciendo: "A la derecha de la mano que escribe esto se extiende, primero, una terraza de baldosas cuadradas?". Habría que cotejar con el original para saber si la doble valencia del deíctico -"esto"-, que puede referir tanto al texto como al paisaje, a la descripción como a lo descripto, pertenece al original o es un efecto, en todo caso muy atinado, de la traducción. Y más adelante:
"Esos edificios, de los que solo se pueden percibir fragmentos, son en efecto apenas visibles entre la vegetación, sobre la que volveremos luego. Deberemos volver, aunque tal vez deberíamos haber comenzado por ella. No lo sabemos.
No lo sabemos, siendo que es difícil, en una descripción o relato, como observa Joseph Conrad en Una sonrisa de la fortuna, poner cada cosa en su lugar exacto. No se puede decirlo todo ni describirlo todo al mismo tiempo, no es posible; hay que establecer un orden, instituir propiedades, lo que conlleva el riesgo de desvirtuar el propósito".
En otros casos, las convenciones que requieren la descripción o el relato son puestas de relieve y parodiadas con el sentido del humor que caracteriza a Echenoz, como sucede en "Veinte mujeres en el jardín de Luxemburgo y en el sentido de las agujas del reloj". En "En Babilonia", lo que se narra es la descripción de Babilonia realizada por Heródoto. Claro que es muy poco lo que se puede confiar en la transcripción que hacen los otros -!y hace siglos!- de sus propias percepciones:
"Heródoto llega y, muy impresionado, intenta estimar las dimensiones de esa muralla: evaluación en estadios, codos y pies, que estamos tentados de traducir al sistema métrico decimal, pero mejor no lo hacemos. Porque no hay que excluir que, llevado por su entusiasmo o cansado del viaje, Heródoto exagere. De hecho, todos los autores exageran, todos están siempre a punto de contradecirse".
Es poco lo que podemos saber. Sin embargo, tal vez en este punto convenga no caer del todo en la trampa a la que la fina ironía de Echenoz nos empuja suavemente. Porque, ?qué importa saber, si es literatura? Allí está, a pesar de todo, en "Ingeniería civil", la descripción de cómo se destruye y cae un puente tras el choque de un barco, de una fuerza narrativa inigualable. Allí están -y tal vez no haya que decir a pesar de estas dificultades sino, más bien, gracias a ellas, que les dan tema- estos siete hermosos relatos.